No hay duda: la poesía nos salva y nos protege de la contaminación e intoxicación inducida por una civilización decadente como la que nos ha tocado en suerte. Civilixación de doble moral y de intenciones esquivas con sus múltiples distractores. Civilización que, para efectos nuestros, es doblemente criminal porque padecemos en su forma colonial aquí en la periferia.
Y la mejor forma de desnudarla es embistiendo esa moral donde, ciertamente, prima la idea del triunfo del vicio sobre la virtud. Ya el Marqués Donatien Alphonse François de Sade lo sabía. Y por eso lo recalcó con virulencia y lucidez. Otros poetas también lo interpretaron así y nos han legado obras de iluminadora y erótica pasión: Henry Miller, Anäis Nin, Jean Genel, Georges Bataille, David H. Lawrence, Margueritte Duras, entre muchos más.
Ahora, desde la periferia sur de Costa Rica, específicamente desde la ciudad de San Isisdro de el General, Miguel Castro nos presenta una visión arrebatada con la compañía de guitarras eléctricas, bajos, baterías, sintetizadores y toda la parafernalia del rock duro y metálico. Todo ello desde un bar en penumbra, una cama en desorden, una habitación desconocida, un colchón o un parqueo donde ya no hay sitio para el carro de la banda unipersonal, sus acompañantes y escuálidos fans.
Adriano Corrales Arias
ISBN: 978-9930-9662-0-4
Autor: Miguel Castro